Título: Diez años
En estos momentos me están despellejando vivo. Como suena: me están arrancando la piel en grandes trozos, y la estoy viendo tendida a mis pies, rodeándome por completo. Hay un extraño animal encima de mí que me introduce un hacha en los huecos de mi cuerpo y se lleva grandes trozos de piel en silencio, sin chillidos y sin sangre. Suena a una gran tortura, pero no es así.
Supongo que ya sabréis que el asunto no es tan grave como parece, puesto que soy un alcornoque. Y como alcornoque que soy, me están arrancando la corteza, el corcho. Ya me he acostumbrado, porque cada diez años me pasa lo mismo, un personaje sube encima de mí y me despelleja vivo, dejándome desnudo frente al frio invernal y al calor veraniego, con mi rojiza piel llamando la atención de los habitantes de la dehesa. Tengo casi doscientos cincuenta años y siempre han venido a por mí corcho.
La verdad es que, salvo la incomodidad de tener a alguien subido encima durante varias horas, no es mayor molestia. Eso sí, a veces se les va la mano con el hacha y alguna de mis ramillas cae bajo su acero, o bien me hacen pequeñas heridas en mi tronco, que no deja de ser parte de mi piel. Ya depende de la pericia del dueño del hacha. Por suerte, en diez años, volveré a tener una piel igual, y de nuevo volverán a arrebatármela. Durante estos diez años puedo sobrevivir sin problemas aunque no tenga corcho, pero soy algo más vulnerable. Veréis, el problema es el fuego.
Cuando hay un incendio, mis compañeros los árboles y arbustos vecinos suelen morir sin remedio, o quedarse muy dañados. Sin embargo yo aguanto, aunque un poco chamuscado. Y esto se debe a mi corcho, que me protege del fuego. No puede arder, y es un escudo frente al fuego.
Así es que, año tras año, después de varios incendios, me he ido quedando solo en el campo. Mis vecinos y amigos las jaras, olmos y encinas han ido muriendo poco a poco. A mí alrededor crecen unos pequeños alcornoques que todavía no hablan mucho, pero algo es algo. Debemos ser beneficiosos porque han plantado muchos como yo hasta donde me alcanza la vista. Algo me dice, que si no fuese por nuestra piel, no harían esto.
Ahora espero a que terminen, esto de ser despellejado, aunque no duela, tampoco es agradable.
Y dentro de diez años de nuevo volverán a por mi piel, y seré el único árbol del bosque que brille con piel rojiza cuando el sol se ponga.
AUTOR:
Sergio Costa. Malpartida de Cáceres, Cáceres.