Galápago Europeo (Emys orbicularis)

Identificación

Galápago de pequeño tamaño que oscila en torno a los 15 cm de longitud. La cabeza es oscura con manchas y puntos amarillentos y la barbilla suele tener un color más claro. Su caparazón es ligeramente abombado y compuesto por 20 placas, tiene una coloración de fondo negra cubierta por dibujos radiales de color amarillo. El plastrón está compuesto por 10 placas diferenciadas y posee una coloración muy variada. Las patas presentan cinco dedos en las delanteras, mientras que las traseras presentan cuatro y membranas interdigitales.

Biología

Especie diurna que comparte generalmente su habita con el galápago leproso. Ocupa tanto medios acuáticos naturales como artificiales, prefiriéndolos con abundante cobertura vegetal pues si en la época estival desciende mucho el nivel de agua pasan las jornadas más cálidas semienterrados entre la vegetación. Si se ve amenazada se lanza al agua, dirigiéndose al fondo donde se esconde.

Dieta que en función de la disponibilidad de alimento se sustenta de invertebrados y anfibios, sin desdeñar la carroña ni la materia vegetal.

Está especie tiene un crecimiento bastante lento, tardando en llegar a la madurez sexual. Existe dimorfismo sexual siendo la hembra de mayor tamaño que el macho. En el macho se aprecia una mayor longitud de la cola para facilitar la cópula y la forma del plastrón es ahuecada.

Distribución

La especie se distribuye desde el norte de África, hasta el Norte de Europa  y Asia Central. En la Península Ibérica ocupa amplias zonas del centro del país, siendo más raro en la zona norte. En las regiones mediterráneas presenta una distribución fragmentada debido a la presión antrópica.

Conservación

Pese a su amplia distribución sus poblaciones parecen estar en franco retroceso, esto se debe principalmente por la destrucción de sus hábitats por desecación, aterramiento o vertido de residuos. Asimismo otros de los factores que influyen en la regresión de la especie son la construcción de infraestructuras que fragmentan sus hábitats e impiden el intercambio genético y la introducción de especies exóticas que compiten por el alimento y el hábitat.

CÉSAR MUÑOZ COSTA.

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